1.12.14

Big Joe y Fantasma 309

Bueno, dio la casualidad de que yo andaba por la costa oeste
hace algunos años, tratando de conseguir algún dolar,
como todo el mundo, pero los tiempos
eran difíciles y no tuve suerte.
Me harté de dar vueltas por ahí, así que me puse
a hacer autoestop para volver a casa.
Hice bastantes kilómetros en los dos primeros días.
Pensé que si la suerte seguía igual
llegaría a casa en una semana.
Pero a la tercera noche, quedé clavado
Allí estaba yo, en un frío y solitario cruce
Había empezado a llover y tenía hambre
Tenía hambre y estaba cansado,
estaba helado y casi enfermo. Pero entonces,
aparecieron sobre la colina las luces
de un semirremolque.
Deberías haber visto mi sonrisa
cuando oí sus frenos hidráulicos.
Subí a la cabina donde sabía que se estaría caliente,
y al volante estaba sentado un tipo corpulento
Diría que debía pesar unos 150 kilos.
Me dió la mano y me dijo con una sonrisa
“Big Joe es mi nombre y este camión se llama Fantasma 309″.
Le pregunté por qué llamaba así al camión
y entonces giró y me dijo:
“Hijo deberías saber que este camión no tiene rival
No hay ningún conductor en este u otro trayecto
Que no haya visto más que las luces traseras de Big Joe
y Fantasma 309″.
Así que rodamos y hablamos casi toda la noche.
Yo le conté mis historias y Joe me contó las suyas.
Y me fumé todos sus Viceroys mientras viajábamos.
Le había metido las diez marchas y el camión iba a tope.
Tío, aquel salpicadero estaba encendido
como el viejo pinball de Madam La Rue.
Todo un semicamión.
Hasta que casi, misteriosamente,
aparecieron las luces de un apeadero de camiones.
Joe se giró y me dijo:
“Lo lamento, pero me temo que no puedo ir más lejos.
Tengo que desviarme un poco más adelante”.
Pero que me cuelguen si no me tiró diez centavos
cuando puso la primera y me dijo:
“Entrá ahí y tomáte una taza de café caliente, paga Big Joe”.
Pero cuando Joe y su camión se internaron en la noche,
tío, en un instante, ya no había rastro de ellos.
Así que entré en aquel viejo apeadero y pedí una taza de café...
Dije, “esto lo paga Big Joe”.
Un silencio asesino invadió el lugar.
Se podía oir cantar a un alfiler
cuando el rostro del camarero giró algo pálido.
Le dije con una sonrisa medio burlona:
“¿Qué pasa? ¿Dije algo malo?”.
Me respondió: “No, hijo, esto suele ocurrir de vez en cuando...
Todos los conductores de aquí conocen a Big Joe.
Pero dejà que te cuente lo que pasó hace diez años.
Sí, fue hace diez años en ese frío y solitario cruce.
Había un autobús lleno de niños,
y volvían de la escuela.
Y estaban allí en medio cuando Joe se asomó por la colina.
Y pudo haberlos matado pero Joe giró el volante,
y el camión coleó y coleó,
y pegó un patinazo.
Y la gente de aquí dice que dio su vida
por salvar a aquel puñado de críos.
Y ahí fuera en el frío y solitario cruce,
dicen que fue el final del trayecto
de Big Joe y Fantasma 309.
Pero es extraño, ¿sabés?,
porque de vez en cuando, sí, muy de vez en cuando -ya-
cuando la luna está llena,
dicen que Joe para y lleva a alguien.
Alguien así, como vos. Algún autostopista pasa por acá.
Así pues, hijo, tomàte otra taza de café a cuenta de la casa.
Y quiero que te quedes con esa moneda de diez centavos.
Sí, quedàte con esa moneda de diez centavos.
Guardàte esa moneda como recuerdo de Big Joe.
De Big Joe y Fantasma, Big Joe
y Fantasma
309.

3 comentarios:

flaco dijo...

Lo melancólico y lo emotivo de transitar las rutas en la noche.

Ariel Guallar dijo...

Era irresistible la tentación de regresar nuevamente a este poema de camiones, del que charlamos una noche en Haedo, años atrás..

flaco dijo...

Como no recordar esa noche y tantas otras de esos tiempos, gracias ari. Cuando quieras nos juntamos a hablar de camiones.

https://www.youtube.com/watch?v=T7ZlA5MBleE