5.7.23

NIRVANA


sin mucha elección

y casi sin quererlo,

él era un joven

a bordo de un autobús

que cruzaba Carolina del Norte

rumbo a

algún lugar

y empezó a nevar

y el autobús paró

en un café

sobre las colinas y

los pasajeros

entraron.

él se sentó en el mostrador

con los demás,

pidió y le

trajeron su comida,

que estaba particularmente buena

lo mismo que el café.

La camarera no era

como las mujeres que él

había conocido.

No se hacía la interesante,

un humor natural emanaba

de ella.

El cocinero decía

cosas locas.

El lavacopas,

atrás,

se reía

con una risa

limpia

y placentera.

el joven miraba

la nieve a través de las

ventanas.

Quería quedarse

en ese café

para siempre.

Un curioso sentimiento

lo inundó:

que todo

era

bello

ahí,

que todo permanecería

siempre bello

ahí.

entonces el chófer

avisó a los pasajeros

que ya era tiempo de irse.

el joven

pensó, me voy a quedar

aquí, me voy a quedar aquí.

Pero

se levantó y siguió a

los otros hasta

el autobús.

Encontró su asiento

y miró el café

por la ventanilla.

el autobús arrancó,

dobló una curva,

y fue camino abajo,

alejándose de las colinas.

el joven

miraba

hacia adelante.

Los otros pasajeros

charlaban de otras cosas

leían

o

intentaban

dormir.

no se habían dado cuenta

de la magia.

el joven

puso su cabeza

contra el asiento,

cerró los ojos,

fingió

dormir.

Nada quedaba

sólo escuchar el

sonido

del motor,

el sonido de las

ruedas

en la nieve.


2 comentarios:

Lautaro dijo...

Mamaderaa

Ariel Guallar dijo...

Así es, amigo. Y entre un viejo resistente y un joven buscador, el poema encontró el destino justo.