Él desapareció en pleno invierno:
Los arroyos estaban helados, los aeropuertos casi desiertos,
Y la nieve desfiguró las estatuas públicas;
El mercurio se hundió en la boca del agonizante día.
Los instrumentos con que contamos coinciden,
El día de su muerte fue un día oscuro y frío.
Lejos de su enfermedad
Los lobos corrieron por los bosques siempre verdes,
El río pueblerino no se dejaba tentar por los muelles de moda;
Por el luto de las lenguas
Sus poemas se mantuvieron a salvo de la muerte del poeta.
Pero para él fue su última tarde como sí mismo,
Una tarde de enfermeras y rumores;
Las provincias de su cuerpo se revelaron,
Los cuadrados de su mente quedaron vacíos,
En silencio invadió los suburbios,
La corriente de su sentimiento falló: se convirtió en sus admiradores.
Ahora está esparcido entre cien ciudades
Y entregado por completo a los afectos desconocidos;
Para encontrar su felicidad en otra clase de madera
Y ser castigado en un código de conciencia extranjero.
Las palabras de un muerto
Se modifican en las entrañas de los vivos.
19.12.20
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