En las trémulas tierras que exhalan el verano,
el día es invisible de puro blanco. El día
estría cruel,
un fulgor en las costas y fiebre en el llano.
Pero la antigua noche es honda como un jarro
de agua cóncava. El agua se abre a infinitas huellas,
y en ociosas canoas, de cara a las estrellas,
el hombre mide el vago tiempo con el cigarro.
El humo desdibuja gris las constelaciones
remotas. Lo inmediato pierde prehistoria y nombre.
El mundo es unas cuantas tiernas imprecisiones.
El río, el primer río.
El hombre, el primer hombre.
1 comentario:
oh! el primer hombre, el primer río,
la noche como honda agua fresca ...
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