Los niños muy pequeños con ropa remendada,
atacados de una inusual sabiduría,
dejaron de jugar cuando ella pasó por un lado
y gritaron desde sus adoquines:
Guarda! Ahi, guarda! ch'e be'a!
Pero tres años después
oí al joven Dante, cuyo apellido no sé
porque hay, en Sirminione, veintiocho jóvenes Dante y treinta y cuatro Catulo;
habían realizado una gran pesca de sardinas,
y los mayores
las estaban empacando en grandes cajas de madera
para el mercado de Brescia, y él
dio un salto, tratando de agarrar los pescados brillantes
y tomándolos de ambos extremos;
y en vano le ordenaron: sta fermo!
y como no lo dejaron arreglar
los pescados en los cajones,
acarició los que ya estaban arreglados,
murmurando para satisfacción propia
esta idéntica frase:
Ch'e be'a.
Y ante eso me sentí ligeramente desconcertado.
18.12.09
Suscribirse a:
Comentarios de la entrada (Atom)
No hay comentarios.:
Publicar un comentario