26.12.24

ONDAS DE RADIO

Para Antonio Machado

La lluvia ha cesado y sale la luna.
No entiendo nada de ondas de radio,
pero creo que viajan mejor justo después
de que llueva, cuando el aire está húmedo. En cualquier caso,
ahora podría sintonizar con Ottawa, si quisiera, o con Toronto.
Últimamente, por las noches se me ha despertado
un leve interés por la política canadiense
y sus asuntos internos. Es cierto. Pero lo que buscaba sobre todo
eran sus emisoras musicales. Podría quedarme aquí en la silla
y escuchar, sin tener que hacer nada o pensar.
No tenía televisión y había dejado de leer
la prensa. Por las noches, encendía la radio.

Cuando vine aquí pretendía escapar
de todo. Especialmente de la literatura.
de cómo te atrapa y sus consecuencias.
Existe en el alma el deseo de no pensar.
De permanecer inmóvil. Junto a ello,
el deseo de ser estricto, sí, y riguroso.
Pero el alma también es una afable hija de puta,
no siempre es de fiar. Y yo lo había olvidado.
Escuché cuando decía: Mejor cantar a lo que se ha ido
y no regresará que a aquello que sigue
con nosotros y seguirá mañana con nosotros. O no.
Y si no, da igual.
Tampoco importa mucho, dijo, si un hombre no le canta a nada.
Esa era la voz que yo escuchaba.
¿Es posible que alguien piense así?
¿Da todo igual, realmente?
¡Qué absurdo!
Pero pensaba estas estupideces de noche
cuando me sentaba en el sillón y escuchaba la radio.

¡Y entonces, Machado, tu poesía!
Era un poco como el hombre maduro que se enamora
de nuevo. Una cosa digna de atención;
desconcertante, también.

Se me ocurren tonterías como colgar tu retrato de la pared.
Y llevarme tu libro a la cama conmigo,
dormirme con él a mano. Una noche
pasó un tren por mis sueños y me despertó.
Lo primero que pensé, con el corazón acelerado
allí en el dormitorio a oscuras, fue esto:
No pasa nada, Machado está aquí.
Y me volví a dormir.

Hoy llevé tu libro cuando salí a dar
mi paseo. '¡Presta atención!' decías
siempre que alguien te preguntaba qué hacer con su vida.
Así que miré alrededor y tomé nota de todo.
Luego me senté con el libro al sol, en mi sitio
junto al río, desde donde puedo ver las montañas.
Y cerré los ojos y escuché el ruido
del agua. Luego los abrí y comencé a leer
Últimas lamentaciones de Abel Martín.

Esta mañana pensé mucho en ti, Machado.
Y espero, sabiendo incluso lo que sé de la muerte,
que recibas el mensaje que te envié.
Pero si no, no pasa nada. Duerme bien. Descansa.
Espero que tarde o temprano podamos encontrarnos.
Y entonces yo mismo te contaré estas cosas.

20.10.24

La silla

Esta silla fue una vez alumna de Euclides.

El libro de sus postulados reposa sobre el asiento.
Las ventanas de la escuela estaban abiertas,
así que el viento pasaba las páginas
susurrando su famosa demostración.

El sol se puso sobre los tejados dorados.
Las sombras se alargaban por todas partes,
pero Euclides guardó silencio sobre eso.

Euclides


El viejo Euclides dibujó un círculo
en la arena de la playa, hace ya mucho tiempo.
Después, lo delimitó y trazó alrededor
figuras con ángulos así y así.
Un grupo de solemnes ancianos
asentía y argumentaba
sobre arcos y circunferencias,
diámetros y no sé qué más.
Un niño permanecía junto a ellos,
en silencio, durante toda la mañana,
solo para verles dibujar tan maravillosas
figuras redondas de la luna.

19.5.24

La flecha y la canción


Lancé al aire una flecha
que a la tierra cayó, no sé adónde
pues tan ágil volaba, que la vista
no podía seguirla en su vuelo.

En aire exhalé una canción
que a la tierra cayó, no sé adónde
porque ¿quien tiene vista tan aguda y fuerte
para seguir el vuelo de una canción?

Mucho, muchísimo después, en un roble
encontré la flecha todavía intacta;
y la canción, del comienzo hasta el final,
la encontré de nuevo en el corazón de un amigo.

89


Algunos dicen
que la palabra muere
cuando es pronunciada.
Yo digo que
comienza a vivir
en ese mismo instante.

A un ave acuática


¿Hacia qué lugar, en medio del rocío que cae,
mientras los cielos refulgen con los últimos tramos del atardecer,
lejos, a través de sus profundidades rosadas,
prosigues tu camino solitario?

Sin éxito el ojo del cazador
podría apuntar a tu vuelo distante para hacerte daño,
mientras tu figura flota y sigue, oscuramente recortada contra el cielo carmesí.

¿Acaso buscas la fangosa orilla del lago de malezas silvestres,
o el margen de un ancho río, o donde se alzan las olas movedizas
que se hunden en la irritada orilla del océano?

Existe una energía cuyo cuidado te enseña
el camino a lo largo de esa costa sin senderos,
en un vagabundeo desértico e ilimitado, aéreo y solitario,
que no está perdido.

Durante todo el día tus alas se desplegaron
a esa altura del frío y la tenue la atmósfera,
pero no desciendes cansada, ante la tierra acogedora,
pese a que la oscura noche oscura se acerca.

Y pronto ese esfuerzo concluirá, pronto encontrarás tu hogar de verano,
y descansarás, y cantarás entre los tuyos;
los altos juncos se inclinarán pronto sobre tu nido protegido.

Te has ido, el abismo del cielo se ha tragado tu imagen,
sin embargo, en lo profundo de mi corazón se ha grabado la lección que me diste
y no desaparecerá tan rápidamente.

Aquel que, de un lugar a otro, guía tu vuelo certero a través del cielo infinito
en el largo camino que debo recorrer solo,
no permitirá que mis pasos se extravíen.

(1815)

7.5.24

Cuanto puedas


Y si no puedes hacer tu vida como la quieres,
en esto esfuérzate al menos
cuanto puedas: no la envilezcas
en el contacto excesivo con la gente,
en demasiados trajines y conversaciones.
No la envilezcas llevándola,
trayéndola a menudo y exponiéndola
a la torpeza cotidiana
de las compañías y las relaciones,
hasta que llegue a ser pesada como una extraña.

6.4.24

Cuando seas vieja...


CUANDO seas vieja y gris y soñolienta, cabeceando ante el fuego, toma este libro,
léelo lentamente y sueña con la suave mirada
y las sombras profundas que antes tenían tus ojos.

Muchos amaron tus momentos de gracia radiante
y con amor falso o verdadero amaron tu belleza,
pero sólo uno amó tu alma de peregrina
y amó el dolor de tu rostro cambiante.

E inclinándote ante el resplandor de los leños,
murmures, un poco triste, cómo escapó el amor
y anduvo sobre las cimas de las altas montañas
y escondió su rostro entre una multitud de estrellas.